¿Qué necesitan los animales cautivos?
Los animales cautivos se enfrentan normalmente a un ambiente muy distinto del de sus primos salvajes. No nos engañemos, la vida salvaje no es una vida fácil. Un animal salvaje tiene que trabajar muy duro para conseguir el bocado de ese día, y no siempre tiene éxito. Buscar una pareja reproductora no suele ser fácil. Además, una vez localizada, nadie le asegura que esté dispuesta a mostrarle interés. En libertad, los animales se enfrentan a incontables peligros: depredadores, enfermedades, heridas sin tratar o incluso cazadores furtivos. Son vidas sin descanso, sin tregua. ¡Lo dan todo y no siempre es suficiente!
Pero los animales cautivos no se enfrentan a estos problemas. ¿Preocupación por la comida? No tienen más que esperar a la mañana siguiente para que sus cuidadores les ofrezcan la porción que les toca: ¡comida rica y fácil! Además no tienen que pensar en buscar amigos o pareja, ya que los centros les proporcionan la compañía que creen más adecuada. Cualquier peligro que pueda aparecer suele ser mediado y controlado por sus cuidadores. Una vida llena de facilidades. Más de una vez he podido escuchar aquello de: “Cambiaría mi vida por la suya” al ver a un león dormido a la sombra de su instalación.
Pero… ¿Esto es lo que necesitan los animales? La respuesta es NO.
Los animales han evolucionado durante millones de años para realizar ciertos comportamientos para los que han desarrollado una gran motivación. A este tipo de comportamientos se les ha denominado necesidades comportamentales o etológicas. Son comportamientos que tienen un gran valor adaptativo, tanto para la supervivencia como para la reproducción. Un comportamiento evidente de este tipo es la acción de volar para las aves o la de cazar para los depredadores. Pero existe una gran cantidad de ejemplos. A los geladas (Theropithecus gelada) les apasiona estar horas y horas buscando y seleccionando los brotes más frescos de hierba. Los gorilas de montaña (Gorilla beringei beringei) pasan gran parte de su tiempo manipulando y alimentándose de pequeños árboles como la Hagenia. Los pájaros pergoleros de la familia Ptilonorhynchidae desarrollan un cortejo muy arquitectónico, generando grandes estructuras hechas con ramas para atraer a las hembras. Y nosotros no somos una excepción: los humanos (Homo sapiens) tenemos una tendencia natural a relacionarnos con los demás, ya que somos una especie altamente social. La realización de estos comportamientos está asociada a beneficios a largo plazo como un mejor afrontamiento y adaptación a situaciones estresantes.
Pero el cautiverio no siempre ofrece las oportunidades necesarias para desarrollar estas conductas, y aquí es donde empiezan los problemas. Estas restricciones comportamentales están relacionadas con importantes patologías conductuales. Ello es debido a la frustración que sufren los animales al no poder realizar estas conductas típicas de especie. La motivación que puede salvarles la vida en libertad, les compromete en cautividad. Esta frustración se traduce en un aumento del nivel de estrés que, mantenido en el tiempo, tiene graves consecuencias tanto físicas como psicológicas para los individuos. Por ello, mantener a especies salvajes (primates, grandes felinos, suricatos, loros…) en entornos tan artificiales como un laboratorio o en una casa como mascota tiene graves efectos sobre su bienestar, aunque sus necesidades «básicas» estén cubiertas.
Pero en la actualidad, la ciencia del bienestar animal y las técnicas de manejo de fauna tienen las herramientas necesarias para amortiguar estos problemas. Se ha observado que, por encima de todo, un ambiente naturalizado es el arma más potente para combatir estos efectos deletéreos, tanto en el aspecto físico como en el social. Además, el enriquecimiento ambiental es muy efectivo para fomentar conductas típicas de especie y satisfacer las necesidades etológicas.
Como me dijo un profesor una vez: “No existen comportamientos anormales, sino comportamientos normales en ambientes anormales”
Bibliografía
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