Los babuinos sagrados egipcios Papio hamadryas hamadryas son animales con una vida social rica y compleja. Lejos de lo esperable por su fama de agresivos, en situaciones de conflicto social prefieren intercambiar acicalamientos, evitando así llegar a las manos. Este es el principal hallazgo de un estudio publicado este año en Zoo Biology dirigido por el Program in Animal Behavior and Conservation de la City University of New York.

Como introducía, y por comprender un poco mejor a la especie que nos ocupa, estos babuinos poseen una extraordinaria complejidad social. Sus grupos están formados por los llamado OMUs, o unidades de un único macho, que se organizan en una estructura multinivel. Para entendernos, estos pequeños grupos, formados por un macho y varias hembras no emparentadas, se agregan entre sí formando una superestructura social muy numerosa. Esta gran complejidad social hace que el manejo de las poblaciones cautivas sea, aun, más difícil en comparación con otras especies.

Los investigadores de este estudio realizaron un seguimiento de la introducción de dos nuevas hembras a un grupo de babuinos sagrados alojados en el zoológico de Brooklyn, NY. El grupo inicial estaba formado por 8 individuos (tres machos y cinco hembras) en el que convivían dos OMUs. El objetivo de la investigación era comprender cómo estos cambios en la composición y estructura del grupo social afectaban a su dinámica grupal y al comportamiento de los individuos. Saber más sobre esta especie tan inusual puede ayudar a realizar una mejor gestión de las poblaciones en los centros de rescate, zoológicos incluso laboratorios donde se les mantiene en cautividad. De este modo se puede mejorar el bienestar social de estos animales, tan importante en primates. Pero, ¿cómo se lleva a cabo una socialización? Normalmente se forman grupos controlados donde los individuos pueden ir conociéndose y empezar a formar lazos: a veces en diadas (uno nuevo + uno antiguo), o, como en este caso, en grupos pequeños. Poco a poco, y viendo cómo se desarrolla el proceso, se van haciendo grupos más grandes hasta que todo el grupo está preparado para convivir de un modo estable.

Volviendo a la investigación, los investigadores se centraron en estudiar tres categorías de comportamiento: la alimentación, las conductas sociales afiliativas y agonísticas. Para tomar los datos utilizaron un método llamado “uno-cero”, en el que durante distintos intervalos de tiempo se anota si el animal ha realizado o no alguno de estos comportamientos.

Bueno, ¿y qué pasó?  

Como predijeron los autores, tras introducir a las dos hembras, aumentaron las conductas sociales en todos los grupos que fueron formando durante la socialización. Pero lo que no esperaran era que también aumentaran en los grupos que se formaron únicamente con individuos del grupo original. La mayoría de los comportamientos sociales fueron afiliativos, y no agonísticos, que no disminuyeron en los 4 meses posteriores al proceso de introducción. Además, como se espera de un líder, el macho alfa fue el que realizó más conductas sociales, guiando las interacciones sociales del grupo durante su reestructuración. En relación a los comportamientos de alimentación, los resultados muestran lo contrario a lo que los autores apuntaban en sus predicciones: los grupos donde estaban los nuevos individuos se alimentaron más que en los formados por los babuinos grupo original. Parece, como afirman otros estudios, que la competición por el alimento en esta especie en cautividad no tiene tanto impacto sobre el comportamiento como otros factores como la densidad de individuos.

Como nos enseñan estos babuinos sagrados, mediar los conflictos, tensiones y el estrés social con conductas afiliativas evita males mayores, como agresiones directas, en el que pierde tanto el agresor como el agredido. Ya era conocida esta estrategia de reducción de la tensión social en otros primates, pero este estudio demuestra que los P. h. hamadryas también anteponen el grooming a la confrontación. Si les ofrecemos un espacio y un grupo social adecuado, los animales poseen sus propias estrategias de regulación del estrés social y de mediación de conflictos.

La mejor intervención es generar en entorno en el que no sea necesario intervenir.